domingo, 24 de febrero de 2013

La cueva de los gigantes (2). La leyenda


El poeta creador de este romance, que no es otro que Bruguera, nos da otra visión de la cueva, nos muestra una historia que los simples visitantes no supieron percibir.
El vive y recrea la leyenda, en décimas o espinelas de clásica factura, para al final sentirse vencedor de gigantes y libertador de princesas:

La corriente caudalosa
Dominando del Henares,
Cual señor de sus lugares
Pardusco cerro reposa.
Su inmensa mole terrosa
Parece al primer momento
Que tiene el audaz intento
De aquella Babel gigante
Que pretendía arrogante
Escalar el firmamento.

En su falda se levanta
Desmantelado Castillo
Hecho de piedra y ladrillo
Y tan minado en su planta,
Que en equilibrio se aguanta
Apenas sábese como,
Y sobre el vértice romo
En el cerro hubo una ermita,
Por cuya imagen bendita
Se le llama el «Ecce-Homo»

Sobre su altísima cumbre
Existe profunda cueva
Y auténtico escrito prueba
Con visos de certidumbre,
Que escondido en su techumbre
Por un antiguo rey moro,
Hay un inmenso tesoro,
Que nadie ha podido ver
De joyas de gran valer
De diamantes, perlas y oro.

Y cuenta la tradición
Que también hay una mesa
Con cada rubí y turquesa
Que valen mas de un millón:
El sabio rey Salomón
Para él la mandó tallar
Y se la supo robar
Aquél moro con tal maña
Que encapó con ella á España
Y allí la vino á ocultar.

También dice que, encantada
Por un nigromante cruel
La hija del moro aquél
En la cueva está encerrada,
Y su custodia encargada
A tan bárbaro gigante,
Que no hay nadie que delante
A ponérsele se atreva,
Ni se acerque hacia la cueva
Ni á quien su aspecto no espante.

Y que es tanta la belleza
De la encantada hermosura,
Que no hay viva criatura
Que le iguale en gentileza;
Resaltando la nobleza
De su aspecto, larga falda
De color azul y gualda,
Y el primoroso peinado
En dos trenzas sujetado
Por una gruesa esmeralda.

Aquél que la desencante,
Según dice el pergamino,
Y la destreza y el tino,
Y el valor tenga bastante
Para matar al gigante,
Será de su hazaña presa
La Salomónica mesa
Con todo el rico tesoro
De diamantes, p«rlas y oro,
Y el amor de la princesa.

Con semejante intención,
Todo cubierto de hierro,
Pretendí escalar el cerro;
Y la penosa ascensión
Emprendí con precaución;
Mas rendido y fatigado
Rodé una vez despeñado
Estando casi en la cima
Y en la boca de una sima
Quedé á una rama agarrado.

Ya, por fin de mi trabajo
Logré dar por un atajo
En la cumbre inaccesible,
Y admirar me fué posible
El llano estendido abajo,
Y por el cual se dilata
Como serpiente de plata
Que huye en loco desvarío
La clara linfa del rio
Saltando de mata en mata.

Una vez llegado allí
Hidalgos!—dije á mi gente—
El gigante esta allí enfrente,
Ya le.veo desde aquí;
Rogad al cielo por mí
Si caigo en el trance fiero;
Y desnudando mi acero
Embestí contra el gigante
Que me esperaba arrogante
Y en ademán altanero.

Con su cuerpo colosal
La obscura cueva cerraba,
Su brazo derecho armaba
Espada descomunal.
Y era su cólera tal
Que a un golpe que yo le dí,
Con tan rudo frenesí
Me contestó con un tajo,
Que me abre de arriba á bajo
Si á dar llega sobre mí.

Rugía el monstruo iracundo
Dando fuertes resoplidos,
Y tremendos alaridos
Que por el antro profundo,
Cual si hecho trizas el mundo
A encontrar fuera allí tumba
Repite el eco que zumba,
Y al chocar hierro con hierro,.
Con siniestro son el cerro
Repercutiendo retumba.


Mas su furia no me espanta,.
Y aprovechando un desliz,
Tuve el acierto feliz
De pasarle la garganta.
Cae al suelo, se levanta,
Coje un pedazo de escombro
Y le veo con asombro,
Ya en las ansias de la muerte.
Un golpe darme tan fuerte
Que casi me aplasta un hombro.

Vuelvo á luchar al instante»
Sintiendo dolor cruel,
Y cerrando contra él
Hiende mi acero tajante
La cabeza del gigante,
Espantado mira al cielo;
Empaña su faz un velo
De sangre, que á mares corre,
Y cae como una torre
Haciendo temblar el suelo.

Muerto lo tenéis allí,
Libre está ya la princesa
Y rescatada la mesa;
Yo como bueno cumplí.
El premio es, pues, para mí,
Mas solo quiero la gloria
Del laurel de la victoria.
Los diamantes, perlas y oro
Repartios del tesoro
Y aquí se acabó la historia

ADRIÁN LOPEZ BRUGUERA

"Las cuevas históricas de Alcalá la Vieja. Leyenda." Alcalá de Henares.- Imprenta de F- García Carballo. -1889.-

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