lunes, 25 de febrero de 2013

La cueva de los gigantes. Noticia de una excursión


     La otra madrugada andaba yo vagando por la red etérea, en busca de alguna pista sobre el doctor Eznarriaga, director que fue del Hospital Militar de Alcalá, y vine a dar con un fichero enrevesado, incomprensible. Allí estaba agazapado en un rincón de mi buhardilla virtual. Se componía de una serie de signos y letras, pero sin sentido, al menos aparente. Los roedores del lenguaje habían hecho un buen trabajo. Algunas pistas sí que daba:
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CUEVAS HISTÓRICAS
DE
ALCALÃLA VIEJA,
LEYENDA
DE DOH f. 3 m IECAKDA
u» ¿pÃ-Co^o 3& ®. 3oa! ^iriián3cz%
ALCALÃ0£ HENARES.
UMES»* sa JP. OAIMIA.oA»n

     Recordé que mi amigo Arsenio Lope Huerta publicó hace años un ilustrativo libro sobre "leyendas y refranes complutenses". Siempre amable, me confirmó que en su libro hacía referencia a la llamada cueva de los gigantes y a la existencia de un folleto sobre una visita a la misma a finales del siglo XIX. Por fin gracias a la excelente y exhaustiva página personal de José Carlos Canalda (1), en su ensayo sobre "el Henares y los escritores alcalaínos", obtuve los datos básicos del folleto: "Las cuevas históricas de Alcalá la Vieja. Leyenda"- Alcalá de Henares 1889. Imprenta de F. García Carballo-.(2).

       Así las cosas, mi proverbial habilidad me ha permitido hacerme con un ejemplar de dicho documento, en perfecto estado. 
     Pudiera parecer que con él se pretende dar a conocer la leyenda, en versos pretendidamente poéticos, que sobre la cueva del Ecce Homo se contaba tradicionalmente; sobre todo al figurar , como autores del folleto, quienes lo fueron de los poemas, Adrián L. Bruguera y Vicente Gutierrez Muñiz. Pero el objeto real de esta publicación es dejar constancia "de una reunión gratísima de amigos que, en amable unión y compaña, fuimos de día de campo, el 9 de octubre de 1889, a Alcalá la Vieja; tal es la cosa", según refiere el Padre Lecanda en el prólogo. Es pues la crónica de una excursión adornada literariamente; la realidad frente a la leyenda.

      Dejo para otro día la publicación de la leyenda en verso. Hoy vamos a la crónica de la amigable gira. 
   El 9 de octubre de 1889 se congregaron en los terrenos de "la Isla" una amplia representación de la sociedad alcalaína de esa época: El Padre Lecanda; Juan Catalina; Ignacio Martín Esperanza; el fiscal Gullón; Manuel Laredo; José Cútoli; Lucas del Campo; el farmacéutico Francisco Gil; los militares José de la Guardia, Antonio M. Bravo y Vicente Gutierrez; los médicos Aniceto Eznarriaga, Francisco Coll y Máximo de Francisco; el archivero Ramón Santa María; el experto en ciencias naturales Santiago Cifuentes; el poeta Bruguera y algún otro que omito para no cansar. Su objetivo era llevar a cabo un reconocimiento a fondo de la cueva y comprobar sus secretos verdaderos. En palabras del redactor de la noticia, José Fernández, "solo el amor á la ciencia reunió tan numeroso concurso y, al descender a! antro donde se alojaba la encantada Princesa y el descomunal gigante, no iban en busca de tesoro, querían saber qué era esa cueva, cual fue el motivo de su construcción, de qué época data y cual fue su objeto; para de este modo satisfacer su curiosidad".

     El cronista nos relata así la incursión: "los expedicionarios penetraron por la abertura irregular existente en la falda occidental del cerro denominado el Ecce Homo, provistos de hachas de viento, faroles y cuerdas. Hora y media se tardó en recorrer la tan renombrada cueva de los gigantes; la cual presenta una forma caprichosa y accidental, determinando una serie de galerías que al parecer no obedecen á plan alguno conocido; la bóveda y paredes están formadas por masas arcillosas muy ricas en variedades de yeso fibroso y hojoso, encontrándose muy bonitos ejemplares de sielenita; dichas galerías están sostenidas por columnas que intencionadamente fueron dejadas, al practicar las excavaciones, para sostener tan inmensa techumbre"

¿Cuáles fueron los hallazgos de esta inspección? Los resultados prácticos, siempre ateniendonos a las palabras del relator, fueron de poca entidad:
    - que esta excavación no se llevó a cabo para extraer yeso y arcilla, sino que constituyó habitáculo subterráneo de los árabes ,
   - y que debe "abandonarse la creencia de que esta cueva sea entrada de un camino subterráneo que llegue hasta Guadalajara, en razón á que siguiendo siempre la derecha de las galerías, sin dar nunca la espalda, se vuelve al sitio de partida".

El esperado "parto de los montes" (en este caso del Ecce Homo) vino a resultar simplemente una "amigable gira campestre".

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(1).- Esta es su dirección (y merece la pena): http://www.jccanalda.es
(2).-Para conocer la situación actual, su abandono y riesgo de desaparición ver en http://www.patrimoniocomplutense.es/lp/20011.htm, de donde procede la foto de la cueva arriba reproducida. 

domingo, 24 de febrero de 2013

La cueva de los gigantes (2). La leyenda


El poeta creador de este romance, que no es otro que Bruguera, nos da otra visión de la cueva, nos muestra una historia que los simples visitantes no supieron percibir.
El vive y recrea la leyenda, en décimas o espinelas de clásica factura, para al final sentirse vencedor de gigantes y libertador de princesas:

La corriente caudalosa
Dominando del Henares,
Cual señor de sus lugares
Pardusco cerro reposa.
Su inmensa mole terrosa
Parece al primer momento
Que tiene el audaz intento
De aquella Babel gigante
Que pretendía arrogante
Escalar el firmamento.

En su falda se levanta
Desmantelado Castillo
Hecho de piedra y ladrillo
Y tan minado en su planta,
Que en equilibrio se aguanta
Apenas sábese como,
Y sobre el vértice romo
En el cerro hubo una ermita,
Por cuya imagen bendita
Se le llama el «Ecce-Homo»

Sobre su altísima cumbre
Existe profunda cueva
Y auténtico escrito prueba
Con visos de certidumbre,
Que escondido en su techumbre
Por un antiguo rey moro,
Hay un inmenso tesoro,
Que nadie ha podido ver
De joyas de gran valer
De diamantes, perlas y oro.

Y cuenta la tradición
Que también hay una mesa
Con cada rubí y turquesa
Que valen mas de un millón:
El sabio rey Salomón
Para él la mandó tallar
Y se la supo robar
Aquél moro con tal maña
Que encapó con ella á España
Y allí la vino á ocultar.

También dice que, encantada
Por un nigromante cruel
La hija del moro aquél
En la cueva está encerrada,
Y su custodia encargada
A tan bárbaro gigante,
Que no hay nadie que delante
A ponérsele se atreva,
Ni se acerque hacia la cueva
Ni á quien su aspecto no espante.

Y que es tanta la belleza
De la encantada hermosura,
Que no hay viva criatura
Que le iguale en gentileza;
Resaltando la nobleza
De su aspecto, larga falda
De color azul y gualda,
Y el primoroso peinado
En dos trenzas sujetado
Por una gruesa esmeralda.

Aquél que la desencante,
Según dice el pergamino,
Y la destreza y el tino,
Y el valor tenga bastante
Para matar al gigante,
Será de su hazaña presa
La Salomónica mesa
Con todo el rico tesoro
De diamantes, p«rlas y oro,
Y el amor de la princesa.

Con semejante intención,
Todo cubierto de hierro,
Pretendí escalar el cerro;
Y la penosa ascensión
Emprendí con precaución;
Mas rendido y fatigado
Rodé una vez despeñado
Estando casi en la cima
Y en la boca de una sima
Quedé á una rama agarrado.

Ya, por fin de mi trabajo
Logré dar por un atajo
En la cumbre inaccesible,
Y admirar me fué posible
El llano estendido abajo,
Y por el cual se dilata
Como serpiente de plata
Que huye en loco desvarío
La clara linfa del rio
Saltando de mata en mata.

Una vez llegado allí
Hidalgos!—dije á mi gente—
El gigante esta allí enfrente,
Ya le.veo desde aquí;
Rogad al cielo por mí
Si caigo en el trance fiero;
Y desnudando mi acero
Embestí contra el gigante
Que me esperaba arrogante
Y en ademán altanero.

Con su cuerpo colosal
La obscura cueva cerraba,
Su brazo derecho armaba
Espada descomunal.
Y era su cólera tal
Que a un golpe que yo le dí,
Con tan rudo frenesí
Me contestó con un tajo,
Que me abre de arriba á bajo
Si á dar llega sobre mí.

Rugía el monstruo iracundo
Dando fuertes resoplidos,
Y tremendos alaridos
Que por el antro profundo,
Cual si hecho trizas el mundo
A encontrar fuera allí tumba
Repite el eco que zumba,
Y al chocar hierro con hierro,.
Con siniestro son el cerro
Repercutiendo retumba.


Mas su furia no me espanta,.
Y aprovechando un desliz,
Tuve el acierto feliz
De pasarle la garganta.
Cae al suelo, se levanta,
Coje un pedazo de escombro
Y le veo con asombro,
Ya en las ansias de la muerte.
Un golpe darme tan fuerte
Que casi me aplasta un hombro.

Vuelvo á luchar al instante»
Sintiendo dolor cruel,
Y cerrando contra él
Hiende mi acero tajante
La cabeza del gigante,
Espantado mira al cielo;
Empaña su faz un velo
De sangre, que á mares corre,
Y cae como una torre
Haciendo temblar el suelo.

Muerto lo tenéis allí,
Libre está ya la princesa
Y rescatada la mesa;
Yo como bueno cumplí.
El premio es, pues, para mí,
Mas solo quiero la gloria
Del laurel de la victoria.
Los diamantes, perlas y oro
Repartios del tesoro
Y aquí se acabó la historia

ADRIÁN LOPEZ BRUGUERA

"Las cuevas históricas de Alcalá la Vieja. Leyenda." Alcalá de Henares.- Imprenta de F- García Carballo. -1889.-

sábado, 16 de febrero de 2013

Cervantes en el Golden Gate Park de San Francisco


Como soy más lector que viajero descubrí este monumento gracias al excelente artículo, publicado en "La Esfera" el 17 de julio de 1920 , por el periodista y escritor, avencidado varios años en Alcalá donde creó y dirigió el periódico "Castilla", Ceferino Rodriguez Avecilla. Se titulaba "El oratorio de nuestro señor Miguel de Cervantes" y en él describía "el humilde oratorio de culto cervantino", escaso logro frente a la ambiciosa propuesta, en 1905, de crear en Alcalá de Henares un museo y biblioteca en honor a Cervantes.

             "Es una habitación cuadrangular, pobre y poco afectiva, en los últimos rincones del Ayuntamiento. Frente a la puerta un ancho balcón abre sobre la plaza, y ofrece a la vista la mole de la Iglesia de Santa María, donde Miguel nuestro señor fue bautizado. Esto entona el rinconcillo. En otro lienzo de pared, una ventana. Desde ésta se ven unos porches contemporáneos de Miguel"
           "Hay en esta estancia tibia y provinciana dos grandes armarios de caoba, repletos de libros, de grabados, de fotografías, de medallas, de curiosidades, sin otra estimación que sus vinculaciones cervantinas. Y hay en las paredes una buena reproducción del retrato de Jáuregui, y algún grabado antiguo, y facsímiles de autógrafos que testimonian que en este suelo ingrato nació Miguel nuestro señor. Reposan allí permanentemente bajo la suave caricia de un olvido irredimible"....
       ...    ."Sobre el rameado absurdo de las paredes se destacan dos enormes fotografías muy interesantes. Reproducen puntos de vista del monumento a nuestro Príncipe, que, en el Golden Gate Park de San Francisco de California, elevó a su costa el magnífico español D. Juan C. Cebrián. "
           "Este hombre extraordinario merece un comento apasionadísimo. Su amor a nuestro Príncipe es ejemplar. Estas enormes fotografías que son testimonio de la glorificacion de Miguel nuestro señor en lueñes tierras, fueron asimismo costeadas por él. Y con ellas envió el dinero necesario para que fuesen instaladas con esmero. Asimismo regaló al Ayuntamiento otra fotografía, la de un busto de nuestro Príncipe, también costeada por él, y obra del escultor español J.J. Mora, que allí reside. Y actualmente costea una edición magnífica de obras completas. Las mayores emociones de este oratorio las dan estas fotografías " .

Puesta en marcha mi curiosidad, busqué todas las noticias posibles sobre este monumento, consciente de que nunca lo visitaré en persona. Cuando algún personaje famoso viajaba a San Francisco, me leía la reseña esperando que hubiera visitado este rincón del Golden Park, pero nadie lo hacía; ni Casillas cuando el Madrid jugó por esas tierras, ni siquiera la Reina en sus visitas de protocolo.

Por eso, cuando me encontré el otro día con mis vecinos de la calle Nebrija, sabedor de que venían de pasar unos días en esa ciudad , lo primero que les pregunté, después de interesarme por su hija, fue si habían visto el monumento. Satisfacción absoluta. Me hablaron con amplitud y entusiasmo de él, y de las muchas fotografías que habían tomado.

Yo me despaché a gusto. Les mostré las numerosas fotos que tengo en mi móvil, todas sacadas de diferentes páginas de internet. Me lancé a hablar de Cebrián y su amigo, de su españolismo y de su generosidad, pero como todos teníamos prisa, quedé en enviarles un correo con más información.

Este es el correo que en su día envié a mi amigo:

"Para: José María S.
"De: donhelio40@gmail.com
ASUNTO: Monumento a Cervantes en San Francisco

"Ha pasado demasiado tiempo y sigo sin recibir las fotos que hiciste al monumento en tu último viaje a USA. Por mi parte  voy a cumplir lo prometido y paso a darte la información que tengo.
Como pudiste ver sobre el terreno, la placa deja constancia de que el 3 de septiembre de 1916, J. C. Cebrián y E. Molera donaron a la ciudad de San Francisco ese conjunto escultórico, del que fue autor Jo Mora.

José Jacinto Mora fue un artista polifacético, nacido en Uruguay en 1876, que, tras estudiar arte en Nueva York y Boston, desarrolló sus cualidades , como escultor, pintor, fotógrafo e ilustrador, en California. Fue el autor del busto de Cervantes, en bronce, que Juan C. Cebrián había regalado con anterioridad a la Universidad de Berkeley, en unión de una amplia colección de libros españoles.

Precisamente ese busto fue la base del posterior monumento. En el verano de 1915 y en carta a Blanca de los Ríos, además de darle ideas y prometerle su aportación para el proyectado monumento en la Plaza de España de Madrid, le adelanta que "mi amigo Molera y yo nos proponemos erigir en el magnífico Parque de San Francisco un monumento con la réplica de este busto, colocado sobre un pedestal de piedra con relieves de mármol, de unos tres metros de altura; en ese parque hay monumentos a Goethe, Schiller, Verdi, Bethoven, Junípero Serra y otras personalidades. Deseamos inaugurarlo el próximo abril como eco de cordial afecto a la fiesta de España conmemorativa del trescientos aniversario del fallecimiento de nuestro gran Cervantes".


John C. Cebrian
Juan Cebrián Cervera nació en Madrid el 24 de agosto de 1848 y murió en esta misma ciudad el 20 de febrero de 1935, pero la mayor parte de su vida transcurrió en Estados Unidos. Tras sus estudios en la Academia de Ingenieros de Guadalajara, obtuvo el despacho de teniente en 1868, el año de la caída de Isabel II. Destinado a Madrid, comprobó que en la situación militar de esas fechas mal podría desarrollar sus conocimientos de ingeniero. Como se sentía más científico que militar, cambiadas impresiones con su amigo Eusebio Molera, a quien le faltaba un curso para salir de teniente, decidieron ambos que lo mejor para su futuro era salir de España.

Eusebio Molera
La primera opción, París, no les fue favorable y optaron por los nacientes Estados Unidos. Después de un paso fugaz por Nueva York, pensaron, lo mismo que muchos americanos, que el futuro estaba en el Far West y , con el espíritu de los conquistadores (1) marcharon a California. No voy a cansarte contándote los diversos trabajos de Cebrian y Molera, siempre juntos, hasta acreditarse y triunfar como ingenieros y constructores en la región de San Francisco. Si tienes curiosidad puedes leer la reseña biográfica de Vicente Castañeda (2 ) o mejor, la del General Vives ( 3 )
Juan C. Cebrian "americanizó" así su nombre, pero siempre conservó su profundo sentimiento español. Dedicó gran parte de su tiempo y fortuna a enaltecer el nombre de España,  fomentar su cultura en los Estados Unidos y buscar un mejor conocimiento mutuo entre americanos y españoles.

En su esfuerzo por combatir la "leyenda negra" de España en América, editó a su costa y repartió más de 25.000 ejemplares del libro de Julián Juderías; y tradujo y propagó también (más de 50.000 ejemplares) el libro de Lumis "The Spanish Pioneers". Contrario a la utilización de las términos Iberoamérica o América Latina, defendió y apoyó la denominación de Hispanoamérica o América Española.

Para extender el idioma español, y por ende su cultura,  fundó en Nueva York, con el gran hispanista Archer M. Huntington, la American Association of Teachers of Spanish. Y sobre todo fue un gran "sembrador de libros" ( en palabras del General Vives). Donó miles de ejemplares españoles a numerosas instituciones americanas y envió amplias colecciones de libros americanos a bibliotecas españolas.
 Especial repercusión tuvo la donación de más de 10.000 volúmenes muy valiosos a la Escuela de Arquitectura de Madrid. Esta atención preferente con esta Escuela no es de extrañar,  ya que tuvo siempre una predilección por la arquitectura.

A sus ochenta y tres años tuvo la satisfacción de que el Gobierno de la República, el 7 de abril de 1932, le concediera el título de arquitecto español "honoris causa" (4). Muerto tres años después, fue enterrado en Yepes (Toledo)
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(1).-Ana Varela Lago incluye a Cebrián y Molera en su obra "Conquerors, Immigrants, Exiles:  The Spanish Diaspora in the United States, 1848 – 1948," Universidad de California. San Diego 2008
(2).-"El Excno.Señor Don Juan C. Cebrián", por Vicente Castañeda, en Boletín de la  Academia de la Historia. Tomo XVI. Enero-Marzo. 1935
(3).- "Juan C. Cebrián" por el General Vives, en Boletín de la Sociedad Geográfica Nacional. Febrero de 1935. Tomo LXXV. Número 3.
Este apunte biográfico tiene el valor añadido de que este general, ingeniero militar también, convivió largas temporadas con Cebrián en su rancho, de nombre "¿Quien sabe?", y mantuvo con él una gran amistad. (Además, para quienes nos movemos por la calle Nebrija de nuestra ciudad, cualquier noticia sobre este general nos agrada, puesto que su apellido quedó en cierto modo vinculado a dicha calle.  Algún día te lo explicaré)
(4).- Gaceta de Madrid, número 100, de 9 de abril de 1932.


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P.D. No sé si tu habrás visto por alguna dependencia municipal alguna de las dos enormes fotografías del monumento, que tanto impresionaron a Avecilla. Yo tampoco. Se pierden tantas cosas.... Pero en algún sitio tienen que estar"
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domingo, 10 de febrero de 2013

Cuando los Borbones sabían Latín


Infante Gabriel de Borbón y Sajonia
El latín tiene mala prensa y no soy yo quien pueda remediarlo. Además ni lo intento. Doctas y letradas personalidades han clamado inutilmente ( y alguna todavía se atreve) en  defensa de su necesidad para una completa formación cultural. La mayoría dominante repite hoy lo que hace años dijo Solís, aquel saleroso ministro de Cabra (sonrojo de los que somos cordobeses) : "El latín ¿para qué?".

Por mi parte tuve la suerte de ser instruido en la hermosa lengua latina y ello me permite, ahora, poder leer a sus escritores clásicos. Lo tengo como mi principal pasatiempo, mejor que cualquier otro de los habituales, incluidos los sudokus. Es mi ejercicio mental preferido, con el que obtengo, además, momentos muy placenteros, por la belleza de los textos y por los recuerdos de viejos tiempos. Quien pueda, que lo pruebe.

¿O no es para emocionarse la lectura del poema, " V ad Lesbiam" de los "Carmina" de Catulo (1)? ¿Puede expresarse mejor la entrega inmediata e intensa al amor, ante la brevedad de la vida?

          Vivamus mea Lesbia, atque amemus,
          rumoresque senum seueriorum
          omnes unius aestimemus assis!
          soles occidere et redire possunt:
          nobis cum semel occidit breuis lux,
          nox est perpetua una dormienda.


          da mi basia mille, deinde centum,
          dein mille altera, dein secunda centum,
          deinde usque altera mille, deinde centum.
          dein, cum milia multa fecerimus,
          conturbabimus illa, ne sciamus,
          aut ne quis malus inuidere possit,
          cum tantum sciat esse basiorum.


Me voy a permitir hacer una muy libre traducción:

       Vivamos y amemos, Lesbia mía,
       y no demos ningún valor
       a los comentarios de los mayores;
       los soles se ocultan pero vuelven a salir,
       mas nosotros desaparecida la breve luz
       hemos de dormir una noche perpetua;
       dame mil besos, luego cien,
       después otros mil, y cien más,
       y otra vez mil, y otros cien;
       y tras habernos dado muchos miles
       los desordenaremos, para echarlos en el olvido
       y que ningún malintencionado pueda envidiarnos
       al conocer tal cantidad de besos.

¿A que es una muy bella canción de amor?



Para cambiar de estilo, entre verso y verso de Catulo, -todos, aun los más desvergonzados, llenos de lirismo-, he releído "La conjuración de Catilina" de Cayo Salustio Crispo. Con este motivo me he llevado una agradable sorpresa. He descubierto la existencia de una buena traducción de esta obra, editada en el siglo XVIII (2) y cuyo autor fue ¡ quien lo diría !, un Borbón, el Infante de España, Gabriel de Borbón y Sajonia . Se ve que eran otros tiempos.

Este Infante, hijo de Carlos III y, al parecer, su preferido, fue un fiel representante de la ilustración de su época (3). Tuvo una amplia formación cultural, merced en gran parte a haber tenido como preceptor al filólogo y jurista Francisco Pérez Bayer. La traducción de los escritos de Salustio, por los que merecidamente al Infante se le reconoce como un gran latinista, no hubiera sido posible sin las enseñanzas de su educador; es más , parece que tuvo una participación fundamental en la edición de esa traducción, aunque quiso que la gloria de este libro fuera para el infante, contribuyendo así a convertirle en personaje (4).

Salustio Medallón Colec. Infante
Se le considera también un gran mecenas. Su apoyo a la pintura dio lugar a  la extensa colección que lleva su nombre. Pero sobre todo fue un gran amante de la música, de la que disfrutaba en la Casita del Infante en San Lorenzo del Escorial, diseñada por Villanueva para que pudiera escucharla tanto en el interior como en el exterior; su relación con el Padre Soler (conocido como el Scarlatti español) no fue solo de apoyo; éste llegó incluso a componer algunas piezas para ser interpretadas, al clave, a dúo con el Infante.

Murió a los 36 años. Pero en su descendencia hay alguna curiosidad. Su nieto el Infante Don Sebastián dio bastante que hablar en el siglo XIX, y un nieto de éste Don Fernando de Borbón y Madán tuvo una hija, de su relación con Pastora Imperio, que fue la abuela de la actriz de nuestros días Pastora Vega. Hasta ahí ha ido a parar, según parece, la sangre de nuestro ilustrado Infante Don Gabriel.

Intuyo que me he desviado. Vuelvo a mis entretenimientos latinos y, como no hay mejor punto final que un epitafio, voy a terminar con algunos que me han gustado. Son del tipo de esos en que el difunto nos quiere dar un último mensaje. Helos:

"Dum vixi, bibi libenter. Bibite vos, qui vivitis". O sea, "mientras viví, bebí a tope. Vosotros los que vivís, bebed"

"Vixi quem ad modum volui, quare mortuus sum, nescio". Más o menos, "He vivido según mi voluntad, pero por qué estoy muerto, lo ignoro"

"Vale", o hasta otra


=================================================================(1).- Para el mejor conocimiento de este poeta recomiendo "Catuli Carmina. Textos, traducción y notas de Rosario Gonzalez Galicia", publicado por Babab, noviembre de 2001. Se descarga en http://www.babab.com/biblioteca/rosario_gonzalez.htm

(2).- Edición muy cuidada de Joaquin Ibarra, Madrid 1772. En la ficha del Catálogo de la biblioteca de la Universidad Complutense figuran como autores de la edición Francisco Pérez Bayer (1711/1794) y Gabriel de Borbón, Infante de España, (1752/1788). Sorprende que también figure como tal Manuela Negrete y Cepeda, Condesa de Campo Alange, pues nació cincuenta años después.

(3).- Véase el libro de Juan Martinez Cuesta, quien fue catalogador y conservador de los bienes histórico-artísticos del Patrimonio Nacional, "Don Gabriel de Borbón y Sajonia. Mecenas ilustrado en la España de Carlos III". Real Maestranza de Caballería de Ronda. Editorial Pre-Textos, 2003, 501 páginas.
Con la edición de este libro por la Maestranza de Caballería de Ronda esta institución presta un homenaje hacia quien fue el primer miembro de la familia real Hermano Mayor de la misma. Si bien no asistió personalmente a la corrida inaugural de su plaza de toros, que tuvo lugar el 19 de mayo de 1785 con actuación de los toreros Pedro Romero y Pepe Hillo, se dispuso un retrato del Infante en el palco presidencial, retrato que hoy día adorna la Galería de la Real Maestranza.

(4).- Esclarecedor a este respecto el escrito del 7 de febrero del Profesor Francisco García Jurado en http://lectoresaudaces.blogspot.com.es/, titulado "Elogio de los prólogos", dedicado especialmente al prólogo del libro sobre Salustio al que me he referido en la anterior nota 2.