martes, 28 de diciembre de 2010

De Cadete en el Colegio de San Ildefonso a Marqués en la Plazuela de Santiago

Estaba entretenido en mi rutinario paseo por los cientos de libros que, a lo largo de mi inútil “vida úti”, he ido acumulando con la esperanza ¡Ingenuo de mí! de que al llegar a la gloriosa jubilación podría saborearlos, cuando vino a caer en mis manos el Catálogo de la Exposición "La Sociedad de Condueños. Una historia compartida". Mientras ojeaba la presentación de Jose Félix Huerta me ocurrió lo que últimamente viene siendo habitual. Algo que otro escribe o dice despierta algun viejo recuerdo, que es el inicio de un hilo del que tiro y tiro, hasta que la madeja necesita desparramarse por el teclado de mi portátil.

Jose Félix dedica unos párrafos a la instalación del Colegio de Caballería en el antíguo Colegio de San Ildefonso y hace una semblanza de uno de los cadetes de la primera promoción Juan Contreras y Martinez, probablemente de los mas destacados que pasaron por el Colegio de Caballería de Alcalá.
Entre los cadetes que inauguraron el Colegio de Caballería hubo tambien un joven sevillano quien hasta su muerte en 1872 mantuvo cierta vinculación con nuestra ciudad y participó asimismo en algunos hechos memorables durante su carrera militar. Se llamaba Carlos García de Tejada y Abaurrea.
Nacido en la capital hispalense el 2 de enero de 1833, fue bautizado el día siguiente en su Parroquia de San Andrés. Pertenecía a una de las familias más destacadas de la sociedad sevillana
En su padre, Lorenzo García y Molviedro, Comisario de guerra con honores de Comisario Ordenador de los ejercitos y Caballero de la Orden de Carlos III, confluían el linaje de los García de Tejada, cuyo prestigio aun pervive en Sevilla, y el de Molviedro, apellido representativo de uno de los personajes que más contribuyó en las reformas urbanísticas de la Sevilla del Siglo XVIII. El bisabuelo paterno de nuestro cadete fue en efecto Manuel Prudencio de Molviedro, quien adquirió en subasta los terrenos de la zona conocida entonces como de la Laguna, los desecó, saneó y urbanizó.

Capilla de Nuestra Señora del Mayor Dolor

 Hoy en día aquella plazuela de la Laguna se denomina Plaza de Molviedro y en ella puede visitarse la capilla que mandó construir allí Manuel Prudencio en honor de Nuestra Señora del Mayor Dolor. Nada más entrar, en el muro interior de la derecha puede leerse la lápida que detalla el origen de la capilla y su vinculación con la familia Molviedro.

La madre de nuestro cadete se llamaba María de la Soledad Abaurrea y Gómez. Su padre Miguel Joaquín de Abaurrea aunque navarro de origen casó con la sevillana Marta Gómez y se afincó en Sevilla dando origen a la rama andaluza de los Abaurrea. Por aquellas fechas Fernando VII le había nombrado Contador Principal del Ejercito en el Principado de Cataluña.

Con tales antecedentes familiares nuestro personaje estaba predestinado a la carrera militar. El 6 de febrero de 1849, con los dieciseis años recién cumplidos, ingresa como cadete en la Academia de Artillería de Segovia. En la elección del arma de artillería debió influir el prestigio del marido de su tía Manuela Rosa, Martin Garcia Arista y Loygorrri, inspector general y primer laureado del arma de Artillería, entre otros títulos. Natural de Corella pueblo navarro próximo a La Rioja, quedó encandilado tambien de Sevilla y casado allí dió origen a la brillante saga militar de los Garcia Loygorri y Garcia de Tejada.
En Segovia permaneció Carlos García de Tejada y Abaurrea hasta el 1º de enero de 1851, fecha en que prefiriendo cambiar de Arma, se incorporó al Colegio de San Ildefonso como cadete de Caballería en el nuevo Colegio que en esa misma fecha iniciaba sus actividades en Alcalá de Henares. Aquí estará todo el año 1851 y hasta que a principio de 1852 el Colegio es trasladado a Valladolid.

Colegio de San ildefonso, por un tiempo Colegio de Caballería

Durante esta su primera estancia en nuestra ciudad, debió empezar a fraguarse la gran amistad y afecto entre el Marqués de Morante y el joven cadete sevillano. Don Joaquín Gómez de la Cortina estaba emparentado indirectamente con la familia sevillana de Carlos. En efecto su hermano mayor Jose Justo, personaje tan interesante o más atráctivo si cabe que el propio Marqués, casó en 1827 con una prima hermana de Carlos, Paula Rodriguez Rivas y Garcia de Tejada. No es de extrañar que el solitario Marqués acogiera con todo cariño al cadete en la Casa Recreo que tenía en la Plazuela de Santiago en el mismo edificio del antiguo Hospital de Estudiantes adquirido por él en 1844.
Terminados los estudios en la Academia (sobresalió sobretodo en Aritméticca y Algebra)  en Agosto de 1853 es destinado de Alférez al Escuadrón de Sevilla 10º de Cazadores. A los cuatro meses pasó al de África 4º de Cazadores. Estando en este escuadrón, el 8 de junio de 1854 salió de Badajoz conduciendo los quintos del arma de caballería con destino a Alcalá de Henares. Allí coincide con el pronunciamiento de O'Donnell y se une a estas fuerzas,  participa en los aconteci,iemtos de Vicálvaro y sigue los movimientos de esta columna por el sur hasta su regreso a Madrid. En 27 de agosto sale con el escuadrón que escolta hasta la frontera de Portugal a la Reina Madre Doña María Cristina, desterrada por segunda vez.

Tras once meses en el Escuadrón Granada 15ª de Cazadores ya como Teniente, empleo obtenido por haber participado en la acción de Vicálvaro, el 1 de agosto de 1855 se incorpora al Regimiento de Húsares de la Princesa; está en el cantón de Alcalá de Henares y desde allí sale para intervenir en los sucesos de los dias  15 y 16 de julio de 1856 en Madrid y posteriormente en Zaragoza. Desde octubre de este año permanece en su Regimiento de Húsares en Madrid hasta que en octubre de 1859 se incorpora al Escuadrón que forma parte del Ejército de Africa.

Tiene una actuación destacada el 1 de enero de 1860 que se relata así en su Hoja de Servicios: "Se halló en la acción dada contra los moros en el Valle de los Castillejos, camino de Tetuán, donde fue herido y se portó con decisión y arrojo; por lo que fue recompensado con el grado de capitán, que le fue conmutado después, a su solicitud, por una Cruz de San Fernando de 1º clase". Se ve que nuestro teniente prefería los oropeles y las vanidades honoríficas sobre su progreso en la carrera militar.


Carga de los Húsares en la Batalla de Los Castillejos
Este hecho tuvo lugar durante la brava y arriesgada carga que los dos escuadrones de Húsares de la Princesa dieron contra la caballería mora  en la que consiguieron llegar al campamento enemigo; el desarrollo de la misma merece la pena leerlo en los escritos de Pedro Antonio de Alarcón (1) y de José Gutierrez Maturana (2).

Evaristo Ventosa (3) detalla así el hecho que nos ocupa:
     "Mientras esto pasaba el teniente don Carlos García Abaurrea caía herido al lado de su caballo acribillado de balas. Un moro lo iba arrastrando y luchaba por colocarlo a la grupa de su caballo. El cabo Francisco Pérez Navarro lo ve, se abalanza contra el enemigo que ceja de su empeño y huye. Pérez Navarro ha salvado la vida de su teniente, pero esto no es bastante para él, aguijonea el potro, se tiende a la carrera y clava su lanza a la espalda del atrevido"

Hay otra versión, en verso en el Romance que a la Batalla de Castillejos publicó Eduardo Bustillo (4), del que extracto lo que viene al caso:
                              "Y allá corren nuestros húsares
                                y ya penetran en ellas
                                dando tajos y estocadas
                                sin un momento de tregua.
                                Del caballo, mal herido,
                                cae el teniente Abaurrea
                                y el cabo Pérez Navarro
                                le salva de muerte cierta
                                recogiéndole en su silla
                                y acorralando a las fieras"

Entre paréntesis, parece que el verdadero superhéroe fue el cabo Pérez Navarro, del que no consta qué recompensa obtuvo ni cómo se lo agradeció su teniente. Por el contrario, para él esta acción fue un motivo más de los manifestados por el Marqués de Morante, cuando al hacer testamento en agosto del mismo año le designó heredero universal, "en atención al noble comportamiento en la guerra de Africa en donde fue herido en un muslo peleando valerosamente en la gloriosa acción de los Castillejos"

Tras regresar a Madrid, el 22 de enero de 1860 es nombrado caballerizo de campo de Su Majestad la Reina, destino en el que permaneció hasta ser baja en el Arma el 25 de abril de 1865.

Se casó, podría pensarse que inexplicablemente, con una viuda de su misma edad que aportaba cuatro hijos de su anterior matrimonio, aunque eso sí era Masquesa, de los Arenales por más señas. La granadina María de las Mercedes de Heredia y Zafra, en 1850 y con solo 17 años se había casado con Joaquín Pérez-Osorio y Silva-Bazán, segundo hijo del Duque de Alburquerque y Conde de la Corzana, quien siete años después falleció (5), dejándole cuatro hijos de corta edad: Joaquín ( Granada, 26-12-1851), Nicolás ( Madrid, 27-6-1853), José Ramón ( Madrid 31-8-1854), y María Monserrat ( Madrid, 13-12-1855).

El 19 de junio de 1868 muere Don Joaquín Gómez de la Cortina, Marqués de Morante; éste le había designado heredero universal  además de por su actuación en la batalla de Castillejos antes comentada "en atención al grande aprecio que le había mostrado, a la lealtad nunca desmentida y la adhesión que había tenido constantemente a su persona". Sin otras razones, que se sepa, que el afecto personal que el sesudo Marqués le tenía y  la admiración por su acción de guerra, nuestro personaje recibió una  muy importante fortuna y la sucesión en el título de Marqués de Morante.

Entre los bienes que pasó a poseer estaba la casa palacio que el anterior Marqués tenía en Alcala de Henares, en la entonces llamada Plazuela de Santiago. Volvía ahora como propietario y como Marqués a aquella casa que ya había disfrutado mientras estudiaba como cadete de caballería  en el Colegio de San Ilfefonso. Para adaptarla a su gusto y acondicionarla a  las necesidades de una familia con cuatro hjos, realizó una amplia reforma.

Su buena suerte se quebró al poco tiempo. Aparecieron trastornos mentales y ya a mediados del año 1872 tuvo que ser incapacitado judicialmente por enajenación mental. Su deterioro debió ser rápido por cuanto falleció en su casa de la calle de Fuencarral  ( también de la misma herencia) el 2 de diciembre de 1872.

No había tenido descendencia de su matrimonio por lo que, con la salvedad de algunos legados dejados a su esposa y en especial a la hija de ella, todos sus bienes,, incluidos los que había heredado del primer Marqués, fueron adjudicados, de acuerdo con el testamento otorgado el 19-5-1871,  a sus tres hermanos: Eduardo, Mª Dolorres y Joaquín García de Tejada y Abaurrea, todos ello avecindados en Sevilla.

El título de Marqués de Morante pasó a tierras andaluzas,, pues lo heredó el hermano mayor Eduardo, y allí sigue; el actual Marqués de Morante es Don Pablo Muñoz-León de Rojas  Y  la casa palacio de la antigua Plazuela de Santiago, hoy Plaza de Atilano Casado, es en la actualidad propiedad del Ayuntamiento y parece que va a ser la sede del Museo de Los Madrazo.

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(1) En Diario de un téstigo de la guerra de Africa, Tomo I, Capítulo XXI
(2) Apuntes del diario de campaña del comandante Gutierrez Maturana, en página 130 y siguientes del libro "La corona de Laurel" de Manuel Ibo Alfaro, Madrid ,1861
(3) Españoles y Marroquíes. Historia de la guerra de Äfrica, Tomo I, Página 358
(4) Almanaque de "El Mundo Militar" de 1861, página 40
(5)  Su muerte tuvo lugar el 25 de abril de 1857 en un oscuro incidente en el Palacio Real. Parece ser que, estando la reina Isabel II en su cámara con su amante  Enrique Puigmoltó, el Rey , acompañado por el general Urbiztondo, pretendió entrar en dicha habitación. A ello se opusieron el  general Narvaez y su ayudante el entonces Marqués de los Arenales Joaquín Pérez Osorio. La bronca subió de tono y  Urbiztondo y el de los Arenales tiraron de espadas y se atravesaron recíprocamente, quedando muerto en el acto Urbiztondo y falleciendo a las pocas horas Joaquín Pérez Osorio.   

viernes, 24 de diciembre de 2010

La inevitable nochebuena

Tenía que venir. Y recordarnos viejas escenas familiares, cuando todavía cantábamos. Y traer a mi memoria, desde muy lejos, la emoción de unos versos ya casi olvidados. Hoy me apetece darles aire. Ahí van

                             NAVIDAD  EN  TRES  TIEMPOS

                            A las diez en Belén

                            sólos María y José.

                                     El rio se acuesta...

                                     Los hombres no sueñan...

                            A las diez en Belén

                            sólos María y José

                              

                            A las doce
                            murió la noche.

                                    Mil pañuelos de nieve

                                    agite el aire.
                                    Mil veleros de luna
                                    sobre el mar bailen

                            Que a las doce

                            murió la noche


                            A las dos todo es amor


                               Las estrellas han hecho

                                   correr sus fuentes,
                                       para que al niño
                                         nunca le falte leche.

                            A las dos todo es amor.


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                 Heliodoro Ceballos, era en Madrid , diciembre de 1962

martes, 21 de diciembre de 2010

Vicenta Maturana, Poesía entre sables

El dominical EL MUNDO PINTORESCO de 29 de mayo de 1859 publicaba en su Suplemento la siguiente noticia: "Acaba de fallecer en Alcalá de Henares la señora doña Vicenta Maturana, camarista que fue de la reina doña María Isabel Luisa de Borbón, decana de las poetisas españolas, que poco antes de morir ha tenido el placer de ver reunidas en una linda edición sus obras poéticas, elogiadas por toda la prensa".
El gaditano Adolfo de Castro, en la entusiasta y laudatoria nota publicada en el mismo semanario el 9 de octubre, daba así noticia de este hecho: "La muerte, pirata en el mar, salteadora en los caminos, foragida en las montañas, ciudadana en las poblaciones, acaba de herir en Alcalá de Henares a una señora de nobilísimas prendas, de gran talento, de fecunda fantasía"
El 16 de mayo había sido enterrada en la galería nº 3, nicho 25 del Cementerio de San Roque de Alcalá de Henares. Al extender hoy la vista por este viejo cementerio no podemos sino lamentar que el paso del tiempo y el olvido hayan desbaratado los deseos que expresó en su emotiva oda "A la orilla del mar una noche de luna" con estos versos:

                                     Y cuando tu luz refleje 
                                     sobre mi sepulcro frío,
                                     quizás le verás de flores
                                     y noble laurel ceñido

Llevaba viviendo en Alcalá desde 1847. Hasta instalarse en esta ciudad su vida transcurrió por diversos lugares, siguiendo los numerosos cambios de destino, primero de su padre, luego de su marido y después de su hijo, todos ellos militares y todos con un amplio y glorioso historial.

Nació en la luminosa Cádiz el 6 de julio de 1793; ya a los cuatro años sus padres se trasladan a Madrid. Empieza aquí su educación,  la escasa educación que se daba en esas fechas a las mujeres que entonces tenían ese privilegio. En su caso se limitó al aprendizaje del francés, la danza y el dibujo. Pero ella desde muy joven se dejo llevar por una gran afición por la literatura y en especial por la poesía. En el prólogo de su primer libro de poesías proclamaba esta su "afición que no ha sido de ningún modo cultivada, me he dejado dominar de ella para pintar  mis propios sentimientos".
Trasladado su padre a Sevilla en 1807 entra en contacto con el circulo poético de la Academia de las Letras de dicha ciudad; esta relación, sobre todo con Félix José Reinoso, fue fundamental en su formación literaria y su huella se observa en sus creaciones poéticas posteriores y en gran medida en la primera colección que editaría en 1825, en la que las odas intercambiadas entre Fileno (F. J. Reinoso) y Celmira (Vicenta Maturana) ocupan varias páginas.
Su padre, el Mariscal de Campo Vicente Maturana y Altemir muere en Sevilla el 12 de noviembre de 1809 despues de un enfrentamiento con las tropas francesas . Nuestra poetisa se tiene que trasladar a Lisboa con su madre. Al poco tiempo muere ésta y  Vicenta regresa a España en 1811.

 Instalado en el trono Fernando VII obtiene una pensión vitalicia por el fallecimiento heroico de su padre y en 1816 es designada camarista de la Reina, primero con Isabel Luisa de Braganza  y Borbón,  y después con la tercera esposa de Fernando VII María Josefa Amalia de Sajonia. De su buena relación con Isabel dePortugal dejó constancia en los versos compuestos con motivo del nacimiento y posterior muerte de su hija la Infanta María Isabel Luisa,  y en especial en el soneto escrito al fallecimiento de esta reina:
                                  Mi corazón de suspirar cansado
                                  a los pies de Isabel dulce latía;
                                  mi existencia a su sombra bendecía,
                                  juzgándome en el puesto deseado.

María Josefa Amalia, joven piadosa y recatada hasta el histerismo (parece que la noche de bodas con el fogoso Fernando fue sonada y que tuvo que intervenir el mismo Papa Pío VIII para convencerla de que yacer con el marido no era pecaminoso), coincidía con su azafata  en el gusto por la poesía, por lo que la relación entre ambas fue muy intensa, siendo habitual el mutuo intercambio de opiniones y comentarios  sobre las composiciones poéticas de cada una de ellas.  Con objeto de privarla del particular afecto de la Reina, se había esparcido en la Corte el rumor de que era Vicenta la autora de las poesías que hacía la Reina y que era la propia Vicenta quien  lo iba diciendo. Para dejar constancia escrita de cuán diferente era su estilo respecto al de la Reina, nuestra poetisa se vio obligada a dar a la luz su primera colección de poesías que editó  en 1825 bajo el título de Ensayos Poéticos.
Hasta entonces había publicado algunos poemas en Diario de Mallorca (5-10-1814) , en el Diario Mercantil de Cádiz ( entre 1814 y 1819) y en el Correo Literario y Mercantil de Madrid, bien  con el seudónimo de Celmira, bien con sólo sus iniciales. En el mismo año de 1825 publicó también bajo otro nombre la novela "Teodoro o el Huérfano Agradecido". Su segunda novela conocida "Sofía y Enrique" la publico en 1829.

Entretanto había tenido los dos hijos, José y Vicenta, que nacieron de su matrimonio con el coronel Joaquín Gutierrez Pérez Gálvez, con quien se había casado en 1820.
Iniciada la primera guerra carlista su marido, el coronel Gutierrez,  se incorpora  a las tropas partidarias de Don Carlos, por lo que Doña Vicenta debe exiliarse a Francia con sus hijos. Allí vive con las dificultades de todo expatriado y  la preocupación constante por la vida de su marido y de su hijo José,  pues éste se había incorporado también al ejercito carlista pese a su corta edad.

En 1836 regresa a España y reside en  Beriguistain, localidad cercana  a Tolosa situada en zona carlista. Allí compone el cuarto canto del Himno a la Luna, dando por fin término a este poema en prosa que había iniciado en 1830, al estilo del Himno al Sol del abate Reyrac cuya lectura le había impresionado, Este Himno lo publicó en Bayona en 1838 , pero con gran dolor de su corazón tuvo que retirarlo de la circulación por mandato del Gobierno carlista; Pío Baroja irónicamente dijo sobre este asunto "no saber si el Gobierno carlista lo prohibió por resentimiento hacia Doña Vicenta o hacia la luna"
Su marido muere el 1 de octubre de 1838 en la ciudad francesa de Perigueux y a Francia se marcha ella de nuevo. De allí  ya no regresará a España hasta el año 1847, que es cuando viene a vivir a Alcalá de Henares. Para ayudar al sustento de su familia en Francia, en 1841  publicó una segunda edición de sus Poesías aunque dirigida exclusivamente al mercado americano.

En marzo de 1859, sólo dos meses antes de su muerte, publica una nueva y actualizada edición de sus Poesías, sin titularlas ya como Ensayos Poéticos. En el prólogo explica: "Me he decidido a hacer esta tercera edición, aumentada con algunas composiciones inéditas y con los tres primeros cantos del Himno a la Luna, pues, a los deseos de mis amigos, se han unido los de mis hijos que quieren les deje esta memoria".
Es un extenso libro de casi trescientas páginas que comprende una gran variedad de tipos de poemas ( odas, letrillas, canciones, romances, décimas, liras, ovillejos y sonetos). Esta definitiva y última edición permite ver la evolución de la poetisa, que, instalada desde sus orígenes en el neoclasicismo, acaba apuntando rasgos ya característicos del romanticismo  y que sabe dejar a un lado la sencilla ingenuidad, y  a veces ser irónica e incluso llegar a la sátira mordaz.

Las opiniones de los comentaristas de su época fueron dispares. Frente a la posición benévola de Eugenio de Ochoa y la excesivamente favorable de su paisano Adolfo de Castro, hubo críticas en otros tonos como la exigente de David Canalejas en La Ilustracion Española y Americana; no obstante éste tuvo que reconocer que "la producción poética de Dª Vicenta Maturana peca de desaliño y de exagerada inocencia de forma, pero son composiciones de una ternura, de una ingenuidad y de una sencillez encantadoras".

 En los tiempos actuales hay que aplaudir el trabajo presentado, en el I Coloquio de la Sociedad de Literatura Española de´siglo XIX (Barcelona 1996), por Sara Pujol Russell; es un interesante estudio hecho con profundidad y con cariño, que termina con el deseo de la autora de que "ojalá mi intervención haya contribuido a reparar en una mínima parte el nombre, los versos y el olvido de Dª Vicenta Maturana".

Por mi parte terminaré expresando la satisfacción que me ha producido el hallazgo y conocimiento de esta antigua poetisa, que durante los últimos doce años de su vida callejeó por esta ciudad de Alcalá de Henares. Aquí dejó de vivir. Para revivirla nada mejor que algunos de sus versos. 

                                          Mi temor único
              
                             No me hace estremecer el silbo fiero
                             del terrible huracán, cuando agitado
                             forma montañas en el mar salado,
                             llenando de pavor al marinero;

                             ni el trueno que retumba, ni el ligero
                             rayo, de oscura nube disparado,
                             ni el torrente que arrastra mi ganado,
                             ni ver entre humo y llamas el granero:

                             Con pecho firme, con serena frente
                             miraré el universo conmovido,
                             sin que el corazón mio se amedrente;

                             mas este corazón tan atrevido
                             tiembla, palpita, mil temores siente
                             si sueña de tu amor helado olvido

lunes, 20 de diciembre de 2010

Los descendientes de Vicenta Maturana (1) El Hijo, Marqués y Laureado

En 1838 la poetisa Vicenta Maturana queda viuda por fallecimiento de su marido el brigadier Joaquín Gutierrez Pérez combatiendo en el bando carlista. Sus hijos aún son menores de edad y tiene que ser ella quien los saque adelante. Cuando veintiún años después muere en Alcalá de Henares puede sentirse satisfecha. Su hijo José capitán de caballería lleva siete años casado con la marquesa de Medina y ya le ha dado varios nietos, y su pequeña hija Vicenta, casada con el teniente Eduardo Elola, está a punto de dar a luz su primer hijo.
Si  por algún medio tecnológico celestial pudiera leer las lineas que siguen, quedaría gratamente impresionada por el heroico comportamiento de su hijo y los triunfos sociales y económicos de los hijos y nietos de éste. Probablemente tendría envidia al ver que su nieto, hijo de su hija Vicenta, tiene una plaza a su nombre en la ciudad de Alcalá, donde ella residió durante los doce últimos años de su vida.

Su hijo José Gutierrez Maturana nació en Madrid el 31 de agosto de 1824. Desde su niñez fue introducido en la carrera militar; se le hizo Guardia Real menor de edad el 18-2-1826 y por Real Orden de 3 de setiembre de 1831 se le confirió el empleo de Alférez del Regimiento de la Guardia Real de Caballería sin sueldo ni antiguedad hasta la edad de ordenanza. Así  permanece junto a su familia hasta que el 14 de marzo de 1835, pese a su corta edad se presenta en las filas de Don Carlos, quien lo destina junto a su padre el Brigadier Joaquín Gutierrez. En ese destino con el empleo de Teniente participa en innumerables batallas de la primera guerra carlista hasta la firma del convenio de Vergara. Ni él ni su padre se adhirieron a este Convenio por lo que se vio obligado a emigrar a Francia.
En Francia está con su familia hasta 1847. Esta larga estancia y la asistencia a las más acreditadas instituciones de París le sirven para ampliar sus conocimientos y educación.

Cuando en 1847 fija su residencia con su familia en Alcalá de Henares lo primero que hace es solicitar se le expida el real despacho con el empleo de Alférez que le fue conferido el 3 de setiembre de 1831  y se le destine a cuerpo. Por Real Orden de 8 de junio de 1838, al haber cumplido la mayoría de edad y haber acreditado su aptitud, se le concede el empleo de Alférez y se le destina al Regimiento de la Constitución al que se incorporó en Alcalá el 1 de julio de 1848. El 12 de mayo de 1849, estando ya en el establecimiento central de instrucción se le revalida el empleo de teniente que tuvo en el ejército carlista.
El 13 de octubre de 1850 fue destinado al Colegio de Cadetes del Arma de Caballería instalado en el Colegio de San Ildefonso de la antigua Universidad de Alcalá de Henares, como profesor de fortificaciones y de dibujo, donde fue alta el 1 de enero de 1851.
En 1852 contrae matrimonio con Manuela Nicolasa Rodriguez Valcarce y Alvarez Abreu, Maquesa de Medina.
Hallándose en el Cuartel de San Gil, participó en los hechos de Vicálvaro en junio de 1854 a las órdenes del Conde de la Cimera, lo que le valió obtener el empleo de capitán. Hasta su participación en la guerra de África son muy variados los destinos y acciones detallados en su hoja de servicios.

En octubre de 1859 es nombrado Ayudante de Campo del General Enrique O'Donnell, comandante en jefe de la Segunda División del Segundo Cuerpo del Ejercito de África.
En este destino participa en innumerables acciones desde que desembarca en África el 28-11-1859 hasta la decisiva de Wad-Ras del 23-3-1860, cuyo detalle sería prolijo e innecesario ( conviene citar sólo la de 9 de diciembre en Anghera donde, dirigiendo una guerrilla bajo el fuego enemigo, obtuvo el grado de Comandante).

Pero es imprescindible detenerse en la valerosa gesta que llevó a cabo el 31 de enero en el valle de Tetuan que le valió conseguir la Cruz Laureada de San Fernando, única concedida en esta campaña africana. Reproducir aquí su relato en los términos que lo hicieron Pedro Antonio de Alarcón (1), Evaristo Ventosa (2) o Manuel Ibo Alfaro (3) fatigaría al esforzado lector.


Carga de Maturana y su escolta en Guad-el-Jelú
Procuraré contar escuetamente unos hechos que se pueden considerar "de película".
Era el 31 de enero de 1860. Día soleado sobre el valle del Guad-el-Jelú. Un amplio plano general nos muestra al ejercito moro en formación de herradura; a la izquierda las tropas de Muley-el-Abbas y a la derecha las de su hermano Sidi-Amet.Ya la sangre cristiana y la musulmana riega la tierra. La lucha es encarnizada. Gritos, ruidos de sables, estruendo de cañones. El General Enrique O'Donnell observa a su frente, junto a tres solitarios árboles, tres o cuatro jinetes moros dirigidos por uno de aspecto noble con jaique encarnado; a mayor distancia varios grupos de musulmanes a caballo vestidos de blanco. Da unas ordenes a su ayudante José Gutierrez Maturana.
 Este con una escolta de quince jinetes, formada por guardias civiles y coraceros, parte hacia el moro del jaique encarnado. Su misión es meramente provocativa; busca que los moros les persigan para luego atacarles por la retaguardia. Pero, ¡sorpresa del terreno!. Cuando Maturana estaba aún lejos de los tres arboles, se encuentra al borde de un barranco y allí  escondidos unos sesenta moros a caballo. Ante este imprevisto, arenga a sus hombres y aplicando espuelas a sus caballos se lanzan  a la carga. Increiblemente ponen en fuga a este grupo de moros. Siguen persiguiéndoles. En el fragor de la pelea se topan con los caballistas del moro del jaique encarnado que les atacan con espingardas y gumías y les rodean cerrándoles la retirada. Pero con coraje y valentía logran abrirse paso en dirección a las posiciones de su División.

En medio del galope para escapar de sus perseguidores, el comandante Maturana, que iba a la cola de su pequeña escolta, oye el grito de un guardia civil que cae herido. Frena junto a él. Mientras le socorre llega el moro del jaique encarnado con cinco o seis jinetes. El del jaique le acomete, intenta asestarle un golpe con la gumía, pero Maturana dispara su revolver  a la cabeza y el jefe moro cae muerto.Cuando otro de los jinetes se lanza hacia él recibe otro disparo de revolver, y con un nuevo disparo elimina también a otro más. Ante tal contundencia huyen los demás. El peligro había pasado Ya habían regresdo  en su ayuda los soldados de su escolta y habian llegado  las fuerzas de caballeriá y de infantería que habían ido en su auxilio. .
De los trofeos obtenidos, el comandante Gutierrez Maturana se quedó con la espingarda del "moro del jaique encarnado". Cedió a su General Enrique O'Donnell el agujereado jaique rojo  con forro y botonadura de seda azul. El caballo  de dicho jefe moro se lo regaló al Generl Prim quien  lo montó en la batalla del 4 de febrero.
Los soldados de la escolta fueron recompensados y el comandante Gutierrez Maturana, en juicio contradictorio, obtuvo la Cruz, simbolo de heroismo que cualquier militar ansía, la Laureada de San Fernando.
En los siguientes años de su vida militar su principal dedicación fue la enseñanza directamente en el Colegio de Caballería o aportando sus ideas en la Dirección Generl de Imstrucción Militar. En su afán docente en 1867 editó un libro titulado "Elementos de arte militar" (4) ejemplar reeditado varias veces con el subtitulo de "Lecciones explicadas  en el Colegio Militar de Caballería"

Sus cualidades de escritor nos han llegado a través del diario de la guerra africana, publicado en 1876 por la Editorial Gaviria y Zapatero con el título "Bajo la tienda, 1859 y 1860: Impresiones del momento, apuntes para el diario de operaciones de la 2ª División del 2º Cuerpo del Ejercito de África". No son unos simples apuntes de campaña. Hay buena prosa e incluso descripciones poéticas. Por ejemplo:
    "El mar estaba tranquilo y sus aguas tan trasparentes que, sin detener nuestra marcha, seguiamos con la vista los movimientos de varios pececillos que, jugueteando en las ondas, saludaban al nuevo día y al sol que iluminaba aquella palpitante y cristalina superficie" (5)

Algo heredó de su madre del gusto por la literatura y el amor a la poesía. De los versos que a lo largo de su vida debió atreverse a escribir emulando a su madre, sólo nos ha llegado un cuarteto del soneto que  publicó, precediendo la edición en 1876 de la version castellana de los "Ensayos Poéticos" del militar y poeta berciano Antonio Fernández y Morales:

                                Poéticos arranques, galanura,
                                Palabra fácil, dulce y melodiosa,
                                Entonación valiente y cadenciosa,
                                Gracejo en el decir y donosura.
Pasó a la situción de retiro como Coronel el año 1886 y murió en Madrid  el 30 de enero de 1910. La prensa al dar la noticia (6) resaltaba que "era un militar heróico, en cuya hoja de servicios figuran no pocas acciones meritorias y fue también un escritor que, a poco de comenzar su carrera gloriosa, se hizo admirar de sus compañeros de arma por sus escritos de re bellica rebosantes de pericia e ingenio"

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(1) Diario de un testigo de la guerra de África. Tomo I, Capitulo XXXVII
(2) Historia de la guerra de África, página 595 y ss.
(3) Apuntes para la historia de D. Leopoldo O'Donnell, Madrid- 1868, Páginas 556 y ss.,
(4) En Valladolid, 1867- Hijos de E. Rodriguez-
(5) De las notas sobre la Batalla de los Castillejos; Página 311 de "Apuntes para la historia  de D. Leopoldo O'Donnell".
(6) La Epoca, de 31-1-1910

domingo, 19 de diciembre de 2010

Los descendientes de Vicenta Maturana (2) Los ricos herederos

Finca de Los Llanos
La notable fortuna de la herencia de la Casa Larios recayó en 1954 en un tataranieto de nuestra comentada poetisa. Vamos por pasos. Nuestro heroico coronel José Gutierrez Maturana tuvo cuatro hijos, tres varones y una hembra ( todos ellos utilizaron como primer apellido el fusionado de Gutierrez-Maturana). A nuestros efectos nos interesa seguir la pista de Carlos.

El General Marzo imponiendo las Medallas

De Carlos Gutierrez-Maturana y Rodriguez Valcarcel poco hay que decir. Que a la muerte de su hermano mayor Joaquín heredó el título de Marqués de Medina y que se casó con María Matheu y de Gregorio. Nos interesa uno de los hijos de dicho matrimonio, concretamente Carlos Gutierrez-Maturana y Matheu. Este, como su abuelo, perteneció al Arma de Caballería y también destacó su actuación en África.
  

Imposición al Capitán Gutierrez-Maturana

 Mientras estaba destinado como capitán en los Regulares de Alhucemas Grupo nº5 de Fuerzas Regulares Indígenas   participó, en agosto de 1922, en la conservación de la posición de Tifaruin, que estaba siendo atacada por Abd-el-Krim. Su destacada actuación le valió la concesión de la Medalla Militar, que le  fue impuesta , junto al teniente coronel Temprano y al también capitán García Navarro. en un acto solemne  por el Comandante Militar de Melilla.
Fue un notable jinete hípico, siendo habitual su participación en los más importantes concursos desde muy joven. En 1918 ganó el trofeo de más prestigio entonces que era la Copa de Su Majestad el Rey. Contrajo matrimonio con María Pilar Pries y Gross en la Catedral de Málaga el 24 de abril de 1924. Decidido defensor de la Monarquía, a la llegada de la República en 1932, pide la baja voluntaria de su empleo de comandante de caballería. Después colabora en el golpe del General Sanjurjo el 10 de agosto de 1932; por este hecho es desterrado a Villa Cisneros y procesado.

Cuartel de la Montaña

Al producirse el  levantamiento del 18 de julio de 1936, se incorpora voluntariamente al Cuartel de la Montaña que resistía el asedio de las Fuerzas del Gobierno de la República. Allí, intentando un contraataque con un grupo de soldados y de falangistas, cae muerto el 20 de julio de dicho año.
El 17 de agosto de 1926 había nacido su hijo, al que impusieron el nombre de Carlos. Tuvo también una hija que murió siendo niña.
Su viuda Pilar Pries se casó el 29 de junio de 1939 con el IV Marqués de Larios José Antonio Larios y Franco. De este matrimonio no hubo descendencia. Pero el Marqués adoptó como hijo a Carlos Gutierrez-Maturana y Pries, quien desde entonces pasó a llamarse Carlos Gutierrez-Maturana-Larios y Pries. Como no iba a poder heredar el título nobiliario de su padre adoptivo, rehabilitó en 1951 para sí el de Marqués de Paul.

Mausoleo de José Antonio Larios
 en la Dehesa Los Llanos
 A la muerte del Marqués de Larios, ocurrida el 24 de diciembre de 1954 en la grandiosa Dehesa de Los Llanos en Albacete, pasa a heredar una de las mayores fortunas de España. En 1997 fallece su madre quien entonces era viuda de su tercer marido, Luis Fernández de Villavicencio y Crooke. Ël muere el año 2004.

 Hoy el imperio económico resultante está en manos (1) de su segunda esposa Barbara Kalachnikoff (2) en unión de sus hijas Bárbara y Cristina; también tienen su parte Carlos y Jose Antonio Gutierrez-Maturana-Larios y Altuna, los hijos que tuvo con su primera mujer, Julia Altuna Mendizabal (3). Inútilmente intentó José Collado, el trompetista de Marbella, que se le considerase heredero, como hijo del Marqués y una antigua sirviente. Logró que se le desenterrase para hacer la prueba de ADN . Pero ésta ha resultado negativa para él.

 Las herencias siempre vienen desde arriba, nunca se alcanzan desde abajo. Aunque quien sabe.

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     (1).- La lucha por la herencia aún no ha teminado. Los pleitos por su control han sdo innumerables y aún colean. Esta pelea  ha tenido gran resonancia en la prensa, por la inmensa fortuna en juego y, en especial, por el aliciente de los conflictos amorosos entre sus protagonistas. 
Los detalles de este serial pueden leerse en el Málaga Hoy de 17-2-2011, en La Gaceta de 20-12-2012 y, recientemente, en El Mundo de 18-5-2013; no hay que olvidar el bien informado artículo de Eugenio Suarez en La Nueva España de 16-5-2012.

     (2).-Esta atractiva mujer es de sangre cordobesa, pues su abuelo materno era el montillano Jose María Carretero y Novillo, periodista y escritor, y personaje conocido como El Caballero Audaz.

     (3).- Julia Altuna fue el amor imposible de Edgar Neville, según ha contado su secretaria. Se enamoró de ella desde que la conoció en la feria de Málaga a los pocos años de estar ya separada del Marqués de Paul. Pero no llegó a nada, pues ella nunca le hizo el menor caso.







sábado, 18 de diciembre de 2010

Los descendientes de Vicenta Maturana (3): Su Nieto, "El Coronel Ignotus"

El 9 de agosto de 1859 nace en Alcalá de Henares José Elola y Gutierrez, unos meses después del fallecimiento, en la misma ciudad, de su abuela, nuestra poetisa Vicenta Maturana, Ésta pues no pudo conocerle; incluso los legos en latín sabemos que para ella fue "ignotus", es decir, desconocido.

Era hijo de su hija Vicenta Gutierrez Maturana y del teniente de caballería Eduardo Elola y Pardio. Poco tiempo disfrutaron de su padre su hermano Eduardo y él. El teniente Elola, destinado en Cuba como ayudante de campo del Capitán General, a petición propia acudió a Santo Domingo para ayudar a dominar la rebelión que estalló allí en 1863.  Durante la marcha hacia San Cristobal a las órdenes del General De la Gándara, mientras efectuaba un reconocimiento sobre el enemigo en los llanos de Daza,  recibió un trabucazo a quemarropa y murió a las pocas horas.

Por este hecho y gracias a la proposición de ley que, encabezada por Enrique y Carlos O'Donnell, varios diputados presentaron al Congreso el 25 de enero de 1864, nuestro protagonista y su hermano, que sólo tenían entonces cuatro y un años de edad respectivamente, obtuvieron una pensión especial de orfandad de 4.000 reales anuales, adicional a la que legalmente ya les correspondía.

José Elola y Gutierrez hizo sus primeros  estudios en su ciudad natal, probablemente con los Escolapios instalados en el antiguo Colegio de San Ildefonso, y el bachillerato lo cursó en Madrid. En 1876 ingresó en la Academia de Estado Mayor del Ejercito. Amplió sus conocimientos en las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras de la Universidad Central en los cursos 1882-1883.

Su vida militar estuvo llena de paréntesis, unas veces por enfermedad y otras por permisos o excedencias. Hasta retirarse como Coronel  en 1916 tuvo varios destinos. Son de destacar su desplazamiento a Puerto Rico, donde aportó sus conocimientos en topografía al planificar las defensas artilleras de San Juan, así como su viaje a Estados Unidos con objeto de comprar material para el ejercito de África.

Su labor científica tuvo una triple expresión: como docente, como inventor y como escritor.

 Fue profesor en la Academia General Militar, en la Academia de Estado Mayor y en la posterior Escuela Superior de Guerra, principalmente de las enseñanzas de topografía, geometría e historia militar.

Entre sus invenciones reconocidas destacaron su "Mira permeable al viento" y la "Nueva  Brújula Taquímetro" (1). De los textos científicos de su especialidad citaremos: Estudios topográficos sobre el análisis planimétrico (1902); Agenda del topógrafo (19039; Planimetría de precisión (1903, 4 tomos); y Levantamientos y reconocimientos topográficos (1908).

Meced a su espíritu creativo escribió una gran cantidad de textos literarios, de pura ficción algunos y muchos de lo que hoy se entiende por ciencia-ficción, sin olvidar sus trabajos de periodista (2). Incluso hizo algunos pinitos en el mundo teatral. (3)

Entre sus obras puramente literarias citaré: las novelas "Eugenia", "La prima Juana", "El anzuelo roto" y "El fin de la guerra"(4); y las colecciones de cuentos, "Bosquejos", "Corazones bravíos" y "Cuentos estrafalarios de hoy y mañana" ( esta última  ya de contenido fantástico).

Retirado de la vida militar y para divulgar los conocimientos científicos inicia la  "Biblioteca Novelesco-Científica", en la que llegó a publicar 17 tomos, todos firmados con el seudónimo de "Coronel Ignotus", cuya relación es:

-Viajes planetarios del siglo XXII:  1-De los Andes al cielo
                                                        2-Del océano a Venus
                                                        3-El mundo venusiano
-La desterrada de la tierra:             4-El mundo luz
                                                        5-El mundo sombra
                                                        6-El amor en el siglo cien
-La mayor conquista:                      7-Los vengadores
                                                        8-Policía telegráfica
                                                        9-Los modernos
-Tierras resucitadas:                      10-Los náufragos del glaciar
                                                      11-Ana Battori
                                                      12-El guardián de la paz
-El crimen del rápido 373:            13-Las pistas del crimen
                                                      14- La clave del crimen  
 Segundo viaje planetario:             15- La profecía de don Jaume
                                                      16- El hijo de Sara
                                                      17- El secreto de Sara
                      
La difusión de estas obras fue grandiosa; al parecer se vendieron más de ciento veinte mil ejemplarres El éxito del Coronel Ignotus fue extraordinario. Por Real Orden de 3-3-1925 se dispuso la compra para las Bibliotecas públicas de 416 ejemplares de esta colección de novelas de ciencia ficción, junto con el libro de información científica titulado "Modernas brujerías de la ciencia", previo informe favorable, en nombre de la Real Academia, del académico Emilio Cotarelo. En varias fechas posteriores se adquirieron más ejemplares de estas mismas y otras obras del Coronel Ignotus para el mismo destino.

José de Elola se casó cuando era teniente el 14 de febrero de 1884 con Elisa Garrido Villasán, sin que, según parece, tuvieran descendencia. Murió en Madrid el 13 de julio de 1933 a punto de cumplir los 74 años.

En recuerdo de este alcalaíno de nacimiento, el Ayuntamiento de Alcalá de Henares ha dado su nombre a una plaza, en las eras de San Isidro, donde hubo un viejo abrevadero. Parece muy apropiada para él. Es un  espacio rectangular bordeado por algunas viviendas, pero sin portales; una plaza donde nadie está domiciliado y a la que nunca un cartero traerá sobre alguno; es una plaza casi de ficción.

Quien primero sacó del olvido al Coronel Ignotus en su ciudad natal fue el profundo e incansable investigador de temas alcalaínos Pedro L. Ballesteros. Hace casi treinta años publicó en  el semanario Puerta de Madrid dos artículos, en los que sintetizó perfectamente la vida y obras de este personaje (5).

Posteriormente el también estudioso historiador local José Carlos Canalda, aficionado además al mundo científico y a la literatura de ciencia ficción, le ha dedicado algunos trabajos, cuya lectura dará una visión más amplia de este escritor (6).


Vista de la Plaza de José de Elola en Alcalá de Henares

El curioso lector que desee conocer con más profundidad la obra de este autor alcalaíno puede acudir al estupendo estudio llevado a cabo por Agustín Jaureguibar, bajo el seudónimo de Agustín Uribe (7), del que he obtenido gran parte de las información aquí expuesta.

Tambien puede ser interesante la lectura completa del informe del subsecretario de la Academia Española de la Lengua Emilio Cotarelo, del que se ha hecho antes referencia (8). Como colofón merece la pena reproducir algunas de sus opiniones:
     "No ofrece duda que el disipar tinieblas científicas es oficio meritísimo, más si a ello se añade fantasía que suavice las asperezas de lo abstracto y casi incognoscible. Así las novelas del Sr. Elola. Respecto a la factura literaria es de alabar en ella su léxico copioso, propiamente aplicado, con los naturales neologismos de quien escribe lo aún inexistente."
     " La espontaneidad del estilo, la viveza de la acción y el lógico desarrollo de los hechos prestan fuerza indudable a los personajes de las novelas a que me voy refiriendo........ Estas clases de obras no harán sabios seguramente, pero delectan al par que instruyen, pues por ellas se conocen, vulgarizados, hechos que  parecen inaccesibles a un mediano intelecto"
                

Y aquí pongo punto final a la saga de Doña Vicenta.


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(1) "Nueva Mira y Nueva Brújula taquímetro" por José de Elola, Revista de Obras Públicas, 1907, 55, Tomo I, paginas 614-619
(2) Además de sus colaboraciones en "La Época" y en "La Ilustración Española y Americana", durante los años 1909-1910 ejerció como Director Gerente del Grupo Prensa Española.
(3) En el libro "Obras dramáticas" editado en 1913 recopiló sus comedias y piezas teatrales
(4) Fantasía de anticipación sobre la primera guerra mundial, en la que por primera vez usó el seudónimo de "Ignotus".
(5) "Tras las huellas de un complutense olvidado. José de Elola", en Puerta de Madrid de 10 y 17 de julio de 1982
(8) Gaceta de Madrid,  nº 72, de 13 de marzo de 1925, páginas 1326 y 1327

martes, 30 de noviembre de 2010

Eduardo Martín de la Cámara, el consuegro de Atilano Casado ( 1 )


A él probablemente no le habría gustado esta calificación, no sólo por injusta y cicatera, sino sobre todo por temor a que sus genes pudieran reprocharle ese parentesco. De todas formas hubiera acabado conformándose como es habitual en situaciones similares, pero se libró de ese trago pues fue “consuegro post mortem”, ya que cuando él muere en 1926 restaban cinco años para que su hija Elena matrimoniara con un hijo de Atilano Casado.

Cuando en febrero de 1.900 viene a esta Ciudad para ocupar el cargo de Contador en su Ayuntamiento es ya un conocido periodista y abogado, de sólida formación humanista y literaria. Descendía de una familia firmemente liberal y progresista.

Su bisabuelo León Martín de la Cámara y Benito, nacido en Magán (Toledo) el 20-2-1799, se crió y educó en Madrid al lado de su tío Joaquín, Vista de Aduanas. Durante el trienio liberal fue miliciano nacional destacando su actuación en los hechos del 7 de julio de 1822 en los que el arrojo de los voluntarios de la Milicia derrotaron en la Plaza Mayor de Madrid y pusieron en fuga a los componentes de la Guardia Real, sublevados en los días anteriores para derogar la Constitución de 1812 y reponer la monarquía absoluta. En su reconocimiento el 16 de enero de 1823 fue declarado “benefactor de la patria”.

Ejecución de Riego en La Cebada
 Cuando, ante la invasión de los “cien mil hijos de San Luis”, el gobierno constitucional se ve forzado a dirigirse al sur, primero a Sevilla y finalmente a Cádiz, , él marcha con su batallón de milicianos voluntarios para protegerle y en defensa del régimen liberal; participó en todas las acciones, en especial frente al asedio y bombardeo de Cádiz el 23 de septiembre de 1823, tras el que, triunfante el absolutismo, consigue regresar a Madrid sin ser preso (1).

Terminada la década ominosa y muerto el rey Fernando, en 1834 se incorpora a la Milicia Urbana de Madrid. Precisamente en la parada celebrada el 12 de julio de dicho año llamó la atención un banderín viejo y agujereado con las letras M M entrecruzadas propias de la antigua Milicia de Madrid; lo llevaba en la punta del fusil el sargento León Martín de la Cámara quien lo había traído al escapar de Cádiz ceñido a su cuerpo y había tenido el valor de conservarlo en los años difíciles(2).

Posteriormente en los diversos lugares en que vivió, desempeñando su empleo de interventor de Correos hasta su jubilación -Puerto Real, Villanueva de la Serena, Benavente y Navalcarnero-, siempre siguió su actividad de Miliciano en los períodos que fue posible. Falleció en su casa de Chamberí de Madrid el 30 de mayo de 1866. La prensa de esos días notificaba su muerte diciendo “con profundo sentimiento anunciamos la muerte de León Martín de la Cámara, antiguo y consecuente progresista, cuyas virtudes cívicas y privadas le habían grangeado la estimación de cuantos le conocieron y trataron; su vida entera que consagró al servicio de la libertad, debe proponerse como ejemplo”(3).

Su abuelo Eduardo Martín de la Cámara y Puertas nació en Madrid en 1824, donde trabajó como agente de negocios. Siguió la estela liberal y demócrata de su padre. En los acontecimientos de julio de 1854 en Madrid, tras la sublevación de 28 de junio o “Vicalvarada”, aparece firmando el Manifiesto de la Junta de Pontejos como jefe de la fuerza armada(4). En 1856, durante los sucesos del 14 al 16 de julio, combate dentro del batallón 3º de ligeros de la Milicia Nacional en la Plaza de Santo Domingo hasta que la falta de munición les obliga a retirarse a sus casas (5).


  En 1863 es uno de los primeros firmantes del Manifiesto de los Demócratas de Madrid de 30-9-1863 defendiendo la abstención en las próximas elecciones generales (6). Como colofón, al triunfar la revolución de 1868 -“la Gloriosa”-, es designado integrante de la Junta Superior Revolucionaria como Diputado y como tal aparece firmante de la emotiva Proclama que dicha Junta publica el 7-10-1868  y que se reproduce aquí.  (7).

Tras estos hechos, al ser designado en julio de 1869 como Ministro de Ultramar Manuel Becerra, notable masón pues era Gran Maestre del Gran Oriente de España, entra a trabajar como Oficial de la Secretaría de dicho Ministerio (8);su disfrute de este cargo dura el tiempo que su correligionario Sr. Becerra permanece en ese Ministerio, pues su dimisión como Jefe de Administración en el Ministerio de Ultramar es aceptada el 16-4-1870, unos días después del cese de aquel como Ministro (9). Falleció en Madrid el 9 de diciembre de 1875 (10)

Su padre Eduardo Enrique Martín de la Cámara y Dávila nació en Madrid el año 1850. Cursa estudios de Filosofía en 1866 y de Derecho entre dicho año y 1869 en la Universidad Central de Madrid (11). En esas fechas, en las que su padre ocupa un buen cargo en el Ministerio de Ultramar, se traslada a las Islas Filipinas. Allí ejercerá de Notario durante más de veinte años en varias localidades: Abay, Manzanilla y Pampanga. De esta ciudad en 1882 es destinado a Manila, capital en la que llegó a ser Decano de su Colegio Notarial y en la que permanecerá hasta mediados de 1897.

En las Islas se casó, nació su hijo, el Eduardo que nos ocupa, y enviudó muy joven todavía. Para describirle las mejores palabras son las de su hijo quien dijo de él. “Notario que fue de Manila, español a ultranza, humano, fraterno y justo, cuando el serlo, bajo aquel medio, despertaba suspicacias”(12). Como masón que era, de grado 33, en su logia de “La Integridad Nacional” y en el Consejo Regional trabajó siempre por el entendimiento fraterno y la consolidación del Gran Oriente Español en Filipinas(13).

 De su afición por la poesía y de su devoción por Cervantes, cualidades heredadas plenamente por su hijo, nos ha quedado como muestra el poema titulado “Al insigne escritor complutense Miguel de Cervantes Saavedra” , leído por él personalmente en Alcalá el 9-10-1878 con motivo de la primera piedra del monumento a Cervantes(14).
Regresado a España cuando la pérdida de las Filipinas era inminente, antes de su muerte, publicó .en los números 1898 y 1899 de la revista La Notaría “El Notariado en Filipinas. Su génesis, crecimiento y muerte"
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 (1) El General Riego no tuvo la misma suerte. Fue hecho prisionero en Arquillos (Jaén) , trasladado a Madrid y ejecutado el 7 de noviembre de 1823 en el patíbulo de la Plaza de la Cebada.
(2) Este banderín, la prenda mas sagrada para él, lo entregó en el lecho de muerte a su nieto Eduardo Enrique, que contaba entonces diez y seis años de edad.
(3) “La Discusión. Diario Democrático” de 5 de junio de 1866
(4) La España” de 3 de agosto de 1854
(5) “El Clamor” de 18-7-1856; “La Discusión” de 5-6-1866
(6) Suplemento de “La Discusión” de 8 de octubre de 1863
(7) Gaceta de Madrid de 8-10-1868; y en “La Correspondencia de España” de ese día
(8) Guía de Forasteros en Madrid-Años de 1869 y de 1870-
(9) Gaceta de Madrid de 17-4-1870
(10) “La Correspondencia de España” de 10-12-1875
(11) Archivo Histórico Nacional, Universidades, 4397, Expediente 1
(12) Dedicatoria de su libro “Parnaso Filipino” Editorial Maucci- Barcelona, 1922
(13) La Masonería española en Filipinas, por Susana Cuartero Escobés- Tomo I, paginas 92 y ss ; y Boletín del Gran Oriente Español de 4-2-1891, pagina 4.
(14) Una copia manuscrita obsequiada por el autor el 12-8-1878 a Félix Huerta me ha sido facilitada por mi amigo Arsenio Lope Huerta; también fue publicada en el periódico local “La Cuna de Cervantes” según Ricardo Monner Sans en su obra “Ensayo de Antología Cervantina”, -Buenos Aires- 1916-
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(Continuará)